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La creatividad para Bianchi se resumía en el siguiente concepto: “Proceso que compromete la totalidad del comportamiento psicológico de un sujeto y su correlación con el mundo, para concluir en un cierto producto, que puede ser considerado nuevo, valioso y adecuado a un contexto de realidad, ficción o identidad”.

 

Pero bajo mi punto de vista, esto no ocurre de forma espontánea en el individuo y tiene un aspecto esencial que sin él difícilmente podría surgir. Estoy hablando de la felicidad, ese estado de ánimo que tenemos las personas cuando nos sentimos plenamente satisfechas por algo y estamos dispuestas a disfrutar por todo lo bueno que nos rodea. Necesariamente la creatividad requiere de un estado de felicidad previo, un contexto en el que el bienestar y la paz son los protagonistas en la conducta del individuo en cuestión. La felicidad es el vehículo para que una persona sea creativa. No existen personas creativas que no estén satisfechas en su día a día.

 

La planta de la creatividad dará los mejores frutos siempre y cuando cuente con el mejor abono posible. Cuando todo esto se conjura dentro de un individuo surge lo mejor que este lleva dentro. El estado de concentración propio del individuo es bastante elevado y por lo tanto, entra en un estado de meditación apropiado para que la esencia que reside en su interior vea la luz en forma de sabiduría. Surge algo que el individuo no es capaz de controlar, algo bueno, sincero y único que describe perfectamente su propia naturaleza interior. Ser creativo favorece las emociones, el intelecto y la autoestima permitiendo que aquellas personas que la ponen en práctica tengan una mejor disposición para afrontar su día a día.

 

También es cierto que cuando somos felices, somos más tolerantes y abiertos para plantear ideas nuevas que se alejan de las otras a las que estamos aferrados en nuestro día a día. Una persona agobiada, estresada y sin motivación no puede desarrollar la faceta creativa y original que todos llevamos dentro. La tristeza ciega lo bueno del ser humano y pone una barrera que impide su desarrollo emocional e intelectual. En cierto modo, impide el curso natural de la propia vida.

 

Al igual que en un trabajo, cuando no está permitida la creatividad, las personas que lo desempeñan sienten una profunda frustración, no encuentran la motivación necesaria para acudir cada día a su puesto de trabajo y por lo tanto no están completos y realizados. Su día a día es más duro y no encuentran esa felicidad que los llenaría de plenitud. Para una persona, en la mayoría de los casos es más importante el reconocimiento profesional y personal para aumentar su autoestima que cualquier otro tipo de incentivo. Eso significa poder llegar a la autorrealización plena y ésta sólo podrá lograrse si se conjuran la felicidad y la creatividad, propulsores indispensable para el desarrollo personal.

 

 

  • Edgardo Bianchi, A (1990): Del aprendizaje a la creatividad, Ed. Braga, Buenos Aires
  • Mihaly csikszentmihalyi (1997): Fluir (Flow): Una psicología de la felicidad. Ed. Kairos.

 

Articulo de Alejandro García Jiménez